La lozana de pardos ojos

Un bufete y un sitial una lámina custodian, 

ofrece, cuya albura, un excelso pentagrama. 

El ente, en el sitial, la albura atiborra. 

Pese al recelo de su ser, él no desiste.

 

¿Qué tiene en la psique y la crisma dicho humano? 

¿Un acorde, una nota, un ritmo? ¿o solo a alguien? 

Él se dice: “Cabeza en albura, alma robada”. 

Su mente en la pauta, su corazón tomado. 

Ansia por acabar y anhelo por decorar: 

Fenecer quiere él susodicho pentagrama, 

y a la vez ornamentar la pauta con su letra, 

a fulgurante alma la misma profiriendo: 

“Alcanzó y hendió una saeta mi corazón, 

por aquella lozana, la misma despedida. 

De clara castaña madeja y de alba tez, 

y de pardos ojos, una refulgente dama. 

De menuda estatura y de lustrosa alma, 

de ilustre intelecto y de profunda mirada. 

Una singular moza entre una inmensa turba. 

Y un simple varón entre una masa opulenta.” 

Pulida la letra y trabajados los acordes, 

rellena la canción y ocupado el pentagrama, 

el ente satisfecho y su alma en reposo, 

sentimientos expresados y hombre enamorado. 

De José Maria Roura Jaureguizar